lunes, 16 de abril de 2012

El elefante y el rey


El Elefante y el Rey

En una remota aldea, allá en el continente africano, vivía un elefante, rey de la manada. Había nacido en un tiempo en el que los elefantes no eran bien recibidos en ese lugar, ya que un macho de hiena, al que alguien llamaría Paquito, nadie sabe por qué, reinaba sobre la selva. Paquito se había adueñado del lugar después de una guerra librada contra los demás animales, organizados en sociedad solidaria e igualitaria: los leones cuidaban de los cachorros, las leonas iban a cazar tranquilas, las gacelas y los leopardos se turnaban para beber, en paz, y las serpientes se dedicaban a enrollarse entre hojas y edictos.  Paquito alejó de las zonas de pasto a todos los elefantes, a los que condenó al exilio.
Cando Paquito vio cercano su final, se acordó del rey de la manada.
-Mi tiempo se acaba, -pensó. Y no tengo heredero. Esta selva necesita un rey que siga con mi obra. ¿Quién mejor que alguien con fuerza y autoridad, alguien que se hará respetar por tradición?
Supo por unos cuervos que el rey de la manada había tenido un hijo: un elefantito juguetón, alegre y despreocupado, que se dedicaba a perseguir mariposas y a bailar con las hormigas.
     - Este será mi heredero, pensó la hiena. Lo educaré a mi manera, le enseñaré todo lo que sé y él continuará mi obra y reinará sobre los animales.
Y así ocurrió. Pero cuando Paquito murió, los animales descubrieron, sorprendidos, que el elefantito no seguía los pasos de Paquito. Limpió la selva y abrió su territorio a otros, los defendió de ataques de las hienas amigas de Paquito, desbrozó el terreno para que anidaran las palomas y abatió unos n que aceptar. e. Y el humano, algo desorientado y poco preparado para la vida, no tuvo otra opciienaas serpientes se dedicaban árboles para que sus hojas quedaran a altura de los más pequeños.
-            - ¡Qué buen Rey tenemos correaban todos los animales de la selva! Y todos eran felices…
En otro lugar remoto, un humano, rey de otra manada, se aburría en su palacio. Él no había nacido para rey: a él también le gustaba correr detrás de las mariposas y bailar con las hormigas. Pero otro Paquito, lo llamó un día para sucederle. Y el humano, algo desorientado y poco preparado para la vida, no tuvo otra opción que aceptar. Él también intentó defender a los animales de su territorio, pero los años pasaban y añoraba su vida de ocio y desenfreno.
Un día se fue a la selva, a matar el tiempo. De pronto, se encontró con el rey de la selva: era toda fuerza, alegría e inteligencia. Era bello, sereno, admirado por su coraje.
Cuando lo tuvo de frente, el humano reconoció en el elefante toda la bondad, la inteligencia y la  lealtad  de las que él había carecido a lo largo de su vida.
Y cuando el animal lo miró con compasión, no lo pudo resistir: disparó. 


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